El docente se ha convertido en una figura relevante para el desarrollo y construcción de una sociedad, pues es un generador de vínculos y valores en la vida familiar y social. Hoy se cumplen 105 años de que en México se honra la labor de los maestros y educadores, quienes se encuentran en todos los rincones de una comunidad desde la colonia más alejada hasta el centro de la ciudad, independientemente de las carencias a las que se enfrenten, la mayoría de ellos coinciden en un punto: su vocación por la enseñanza de generación tras generación.
Un ejemplo de ello es el profesor Efraín de la Cruz, quien durante nueve años ha estado al frente de una escuela primaria unitaria -un solo salón para atender a niños y niñas de los seis grados escolares- al poniente de la ciudad, en la colonia Los Artistas.
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Ha sacrificado todo para impartir educación a niños y niñas de un sector con demasiadas carencias, principalmente de un espacio adecuado para ello.
“Siempre estamos luchando porque los niños tengan una educación de calidad, pese a las dificultades que esto puede presentar. Desde que yo llegué a esta colonia siempre nos han prestado casas, ya han sido tres o cuatro que nos las prestan por uno o dos años y luego nos piden que les desocupemos. Tenemos terrenos, pero no podemos utilizarlos”, expresó el maestro.
A pesar de ello, el profesor Efraín sigue impartiendo clases, sin importar si tienen un techo o un pizarrón, para él no hay imposibles, pues ante las adversidades ha salido avante, además de lograr preparar para el futuro a más de seis generaciones de nivel primaria. Así como el maestro Efraín, existen muchos otros que dan todo por sus alumnos, convirtiéndose no sólo en docentes sino en parte de la familia de niños y niñas, pues el aula es el segundo hogar. La maestra Margarita Calzonci, directora de la USAER 30 y maestra de apoyo en la primaria Aurelio Uvalle, quien recientemente celebró 40 años de servicio, es otro ejemplo a seguir.
Su sueño siempre fue ser docente, el camino no era fácil, pues ella tenía que estudiar y trabajar al mismo tiempo, por lo que al ingresar a la Normal, era mayor al resto de sus compañeros, algo que no fue impedimento para demostrar su vocación y aprobar el examen de admisión.
“Ser maestra es mi vida, es una profesión por la cual he estado 40 años aprendiendo cada día. Es algo que me gustó desde niña, no fue fácil, pero cuando presenté el examen de admisión fui de las pocas afortunadas, entonces supe que tenía que aprovechar, de tal manera que aprecio mucho mi profesión”, expresó la maestra Margarita.