En medio de hilos, botones, cremalleras, cintas de medir y el ruido de las maquinas de coser está Alejandro Castro, un joven de 25 años que se enamoró del oficio de la sastrería y en el que decidió adentrarse para emprender su propio negocio.
Apenas tenía 18 años cuando comenzó su aventura en la sastrería como ayudante, aunque sus principales responsabilidades consistían en hacer mandados u otro tipo de actividades que no implicaban meterse de lleno a este mundo, Alejandro supo que eso que hacían las personas con las que laboraba era algo a lo que él quería dedicarse.
“No sabía absolutamente nada del oficio y talvez como a muchos, tampoco sabía que era una sastrería; pero desde el primer día que empecé a trabajar me encantó el oficio, puedo decir que fue algo muy natural que se fue dando poco a poco en el taller”, explica Alejandro.
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De pronto algo que comenzó como una forma de apoyar en su casa con el gasto, terminó convirtiéndose en su pasión y poco a poco fue aprendiendo de sus maestros hasta convertirse en uno de ellos.
“Fue casi un año después de que comencé a aprender a coser cuando me di cuenta que me encantaba y disfrutaba realmente de lo que hacía. A pesar de que no ganaba mucho dinero, no me importaba, lo que yo quería era aprender más cada día para mejorar”, recuerda el joven sastre.
Y aunque al principio no sabía nada, fue tal su fascinación por este oficio que con tan solo observar a su mentor poco a poco adquirió el conocimiento necesario para perderle miedo a las máquinas de coser.
“Mi mentor primero empezó por enseñarme como funcionaban las máquinas; como había trabajo constantemente no había mucha oportunidad de que me diera clases, así que yo me sentaba al lado de las máquinas, ponía mucha atención cuando atendía a los clientes, veía como preparaba la ropa para ajustar, etc.
Me enfoqué a copiar por complemento todos sus movimientos; desde como agarrar una aguja para hacer una bastilla hasta como enhebrar cada máquina -cosa que les resulta difícil a muchos- y eso hacía para cada cosa, automáticamente lo miraba con el fin de aprender”, comentó Alejandro.
Después de algunos regaños y de echar a perder su propia ropa, Alejandro se sintió listo para comenzar a trabajar él solo, aprendió las mejores técnicas de cada uno de los trabajadores de la sastrería donde comenzó y así fue como perdió el miedo y decidió emprender su propio negocio.
Fue cuando en 2019, tras tener 7 años de experiencia decidió emprender “Caballero”, su propia sastrería donde ofrece desde ajustar una bastilla, hasta diseñar, transformar por completo o renovar una prenda de vestir, algo que lo llena de orgullo y satisfacción.
“La gran mayoría de los que llegan a ocupar este servicio, llegan sin saber si es posible lo que piden, y salen sorprendidos, satisfechos con resultados que no se imaginaban. Algo que muchos clientes dices es, ‘Wow no sabía que eso se podía hacer’.
Eso es lo que más me gusta, la satisfacción del cliente al darle valor a mi trabajo el cual hago con mucha dedicación. Y en general el proceso, la creatividad e imaginación implicada”, platica Alejandro.
Y aunque en estos momentos difíciles en los que muchos negocios han cerrado debido a la pandemia, Alejandro sigue de pie con su proyecto, con ayuda de las redes sociales y adaptándose a las nuevas necesidades ha podido salir adelante ya que además asegura que al igual que en la sastrería, en la vida, todo tiene solución.
“Me mantengo muy positivo, optimistas y realista. A todos nos a afectado es cierto, pero aún hay trabajo, no estamos en ruinas.
Hablando de adaptarse, incluí nuevos servicios y productos, hicimos una alianza con un servicio de entregas para la comodidad y seguridad de nuestros clientes. También trabajamos de la mano con otra sastrería -Sastreria Don Juan, mi mentor- en un proyecto haciendo cubrebocas efectivos pero también económicos con el fin de ayudar a la economía y bienestar de las personas”, agregó.
Gracias a su entusiasmo y su juventud, Alejandro le dio un giro positivo a su oficio, ya que sus conocimientos en redes sociales le han ayudado a crear una comunidad y que su negocio “Caballero” sea mantengan vigente y no se vea solo como una sastrería, sino como un estilo de vida.
“Para muchos las redes sociales han sido la forma en que conocen el oficio y mi negocio. También e logrado crear mi propio estilo. Y poco a poco vamos rompiendo paradigmas, lo cual considero un gran logro.
Tener negocio propio es algo muy grande para mí, pude superarme y emprender a pesar de no haber concluido mis estudios básicos”, relata orgulloso.
Por último recomendó a los jóvenes de la ciudad a perder el miedo a emprender y trabajar muy curo para conseguir sus objetivos.
“No hay atajos, trabaja duro. Debes ser resiliente. Se humilde y conoce tus limitaciones, pide y acepta ayuda. Si vas a hacer algo, hazlo, no lo intentes, solo hazlo”, finalizó.