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Masacre del 68 en Tlatelolco marca alma de neolaredense

Mario Riestra tenía 18 años cuando un grupo de jóvenes ingresó a la cafetería de la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica y los mataron frente a sus ojos

Escrito en NUEVO LAREDO el

El calendario marcaba el 2 de Octubre de 1968, en Tlatelolco Mario Riestra -entonces de 18 años- se encontraba la cafetería de la escuela estudiando en la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica de (ESIME), del Instituto Politécnico Nacional (IPN), cuando el silencio se interrumpió con la entrada despavorida de algunos estudiantes, buscando protegerse de los militares.

“No recuerdo bien si eran 12 o 15 jóvenes que buscaban dónde esconderse, algunos entre los pilares ubicados a la orilla del pasillo y detrás de ellos, los militares”, dijo.

Destacó que esta es una fecha que no se olvida y que llevará siempre grabada en su memoria, y de eso han transcurrido ya 52 años. El neolaredense de 70 años, recuerda con claridad el horror del cual fue testigo aquella tarde en Tlatelolco, a donde no volvió hasta 21 años después.

Riestra platicó que llegó a la Ciudad de México  con dos amigos de su infancia, provincianos y ajenos a muchas cosas que pasaban en esa época en la capital del país, pero consciente de los muchos movimientos de ese entonces.

“Sabíamos que había movimientos, pero nunca participamos, no conocíamos mucho, pero cuando salían , los llegaban a corretear y terminamos perdidos, y así nuestra vida de la casa  la escuela y viceversa, poco salíamos”, dijo.

“Venían desaforados, volteamos y vimos que venía un grupo de soldados entre 7 y 8, pero de nada les sirvió esconderse tras el muro y otros en los talleres, a los que se escondieron detrás del muro, fueron acribillados con una bazuca”, recordó.

Expresó aún con sorpresa que le habían dado al muro, y ellos,  sin poder ver por el estallido,  se quedaron impresionados. “No vimos ya el muro… ya no vimos a los estudiantes… ni a los jóvenes que se escondieron tras la puerta de los talleres”.

“Un soldado, muy calmado, se sentó, se preparó, sacó su arma y los acribilló”, dijo aún impactado por estos recuerdos que aún bombardean su memoria.

Manifestó que prácticamente salieron huyendo de la cafetería de la universidad a la que habían llegado dos meses atrás, con la idea de estudiar Ingeniería Mecánica.

Y como la casa quedaba a ocho kilómetros de la universidad salieron corriendo como pudieron, y atrás iban dejando todo destruido, y desde las alturas del edificio soldados tirando ropa, libros de los estudiantes, todo lo que se les atravesara a su paso. 

“íbamos despavoridos mis compañeros Antonio Covarrubias y La Chapuza, (no recuerdo su nombre), hasta llegar al restaurante de la señora que nos rentaba el departamento, quien nos dijo que no entraran porque no los volvería a ver”, por lo que  se refugiaron en el local, por más de 9 horas, ya que todo lo que olía a estudiantes eran llevados por militares.

“Sólo veíamos cómo se llevaban los camiones con estudiantes muertos, andaban la guardia blanca, policías no sé, del restaurantito salimos como a las 4 de la madrugada fuimos por las pocas cosas que pudimos, y a huir por donde no te vieran, no podías irte a las centrales, porque andaba patrullando el Ejército, grupos paramilitares y los policías”, expresó.

Hasta ahora no comprende cómo le hicieron para salir de la ciudad sin usar la carretera ya que todo era controlado por los militares, por lo que caminaron cientos de kilómetros hasta llegar a San Luis Potosí, en donde llegaron después de 7 días.

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“Centrales de autobuses y trenes estaban intervenidos por gente del gobierno. En las salidas de las casetas estaba igual. Salimos de la ciudad sin saber siquiera dónde estábamos, porque no éramos de ahí ni conocíamos la ciudad. En el camino algunas personas nos daban de comer, otros nos tenían desconfianza por nuestra apariencia harapienta y de estudiante”, dijo.

Los tres llegaron juntos a la central de autobuses de San Luis Potosí, en donde hicieron de todo para juntar para sus pasajes,” Tardamos como tres días para enviar un telegrama a Victoria, Padilla y Jiménez, ciudades de donde eran originarios respectivamente.

“En nuestro camino llegábamos a los ranchitos a que nos dieran agua, o comida, pero había algunos que nos corrían”, expresó.

Dijo y todo esto se dio por líos amorosos, que terminó con una golpiza a unos estudiantes de preparatoria, por lo que los jóvenes se manifestaron de manera pacífica, pero desde un edificio comenzaron a disparar desatándose toda esta matanza.

La marcha pacífica se distorsionó por balas que venían de un edificio, que no saben de quién fue, pero los militares dieron por hecho que era la gente, sin importarles si había, niños o mujeres embarazadas.

La llamada “Matanza de Tlatelolco” inició a 5.7 kilómetros de la ESIME, en la Plaza de las Tres Culturas. Estudiantes del IPN comenzaron una pelea contra alumnos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) meses atrás. Y tras el uso excesivo de la fuerza ejercido por la Policía capitalina, y luego de la politización del movimiento, el entonces Presidente de México, que autorizó la represión castrense con armas de fuego, mismas que también fueron accionadas por un grupo paramilitar conocido como “Batallón Olimpia”, formado para salvaguardar las olimpiadas que se llevarían a cabo aquel año en el entonces Distrito Federal.