Lo que comenzó como una simple desaparición laboral terminó convirtiéndose en uno de los crímenes más escalofriantes del año en Argentina: confesiones a media voz, contradicciones, partes del cuerpo en bolsas plásticas y una olla humeante con un ingrediente innombrable.
El silencio del restaurante
Omar Cabrera, de 58 años, era un acomodador de autos en un restaurante en Mina Clavero, Córdoba. Cuando no se presentó a trabajar tras sus vacaciones, sus compañeros sintieron que algo no cuadraba. El presentimiento era correcto.
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La última persona que lo vio con vida fue María Emilse Molina, su pareja sentimental y compañera de trabajo. Nadie imaginó que ella sería la protagonista de una historia que helaría la sangre del país entero.
Una confesión entre susurros
Presionada por las autoridades durante los interrogatorios, María comenzó a contradecirse, a confundirse, hasta que finalmente quebró. Lo que dijo cambió para siempre la tranquilidad del pueblo.
Aseguró que una discusión por dinero terminó en violencia. Golpeó a Omar con un rodillo de cocina y lo mató; luego, lo descuartizó con un cuchillo del restaurante. Pero no se detuvo allí.
Con un escalofriante nivel de frialdad, hirvió partes del cuerpo y las convirtió en un caldo, que luego vertió en bolsas plásticas. Algunas versiones afirman que intentaba destruir la evidencia con fuego y agua, otras que quería “liberarse” de su pareja. Finalmente, dispersó los restos en varios puntos del poblado de Las Rabonas, a 10 kilómetros del lugar del crimen.
Una sentencia que dejó un sabor amargo
Pese a la crudeza de los hechos, el tribunal de Córdoba condenó a María Emilse Molina a 13 años de prisión por homicidio simple. Al escuchar la sentencia, entre lágrimas, sólo murmuró: “Reconozco el hecho… y pido perdón”.
La resolución judicial ha generado polémica: ¿13 años bastan para un crimen tan perturbador? Para muchos, no. El abogado defensor, por su parte, ya adelantó que no apelarán. El caso ha quedado cerrado, al menos en los juzgados.