OFICIOS PELIGROSOS

Así es el peligroso trabajo de los cazadores de alacranes; arriesgan su vida | VIDEO

Esta tradición cultural y económica del centro del país ha perdurado a lo largo de los años; aunque no existe un marco legal que proteja esta actividad, eliminarla sería cortar una raíz esencial de la identidad mexicana

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En los fabulosos desiertos de Durango y entre sus poblados enclavados en la Sierra Madre Occidental, especialmente en pueblos como Mimbres, persiste un oficio tan arriesgado como insólito: la caza del alacrán.

A simple vista puede parecer un trabajo menor, pero los alacraneros enfrentan a diario riesgos al capturar estos venenosos arácnidos los más peligrosos de México: el Centruroides suffusus, comúnmente conocido como el alacrán de Durango.

Este peculiar tipo de arácnido, se caracteriza por su tamaño que alcanza hasta 7 centímetros y tiene la parte superior oscurecida; no solo representa un peligro por ser venenoso, sino que también es un elemento central en la identidad cultural y económica del estado.

En Durango, la caza de alacranes ha evolucionado de ser un estilo de supervivencia ante una plaga mortal, hasta convertirse en una fuente de sustento y un símbolo local que se transforma en artesanía, medicina alternativa e incluso gastronomía exótica.

Una práctica heredada, no exenta de tragedias

El oficio de recolector de alacranes se transmite de generación en generación. Las personas que se dedican a esto, salen al monte cada noche, cargando consigo lámparas ultravioletas que revelan el brillo fluorescente de los alacranes.

Con un frasco en la mano, van atrapándolos uno a uno en medio de la oscuridad.  Aunque parezca una actividad de rutina, tiene un alto nivel de peligro. Un error pequeño, les puede costar la vida.

No son pocos los casos donde la picadura del alacrán ha traído consecuencias fatales. Se han reportado fallecimientos de jóvenes que no alcanzaron a recibir el antídoto a tiempo. También, por ser zonas lejos de la ciudad, la atención médica se queda corta.

Los expertos coinciden que la picadura del alacrán de Durango requiere atenderse en los primeros cinco minutos y es vital para sobrevivir a su veneno, que actúa de inmediato.

Hace años, cuando los alacranes en Durango eran una amenaza constante, el gobierno ofrecía una pequeña recompensa por cada ejemplar capturado. Así fue que nació el oficio de los alacraneros. Hoy ya no existe esa labor a nivel gobierno, pero los recolectores encuentran un mercado dispuesto a comprarlos, que son pagados desde los 2 pesos hasta llegar a 300 pesos cada uno, según el tamaño o especie.

Las capturas diarias pueden llegar a ser de hasta 700 alacranes por persona en jornadas exitosas. El destino de estos insectos varía: algunos son vendidos a artesanos que los encapsulan en vidrio para crear llaveros, relojes, ceniceros y adornos; otros se destinan a la elaboración de dulces, como las ya famosas paletas de alacrán, completamente seguras para el consumo. Además, su veneno tiene aplicaciones medicinales, sobre todo como analgésico natural para tratar artritis, dolores musculares y cólicos.

Artesanía con identidad

Gracias a estos recolectores, el insecto que antes provocaba pánico, ahora adorna las vitrinas del mercado Gómez Palacio, uno de los sitios preferidos para los turistas que buscan un recuerdo original de la entidad. Llaveros, portarretratos, botellas decorativas, broches, hebillas e incluso uñas postizas elaboradas con fragmentos de alacrán son algunos de los productos que surgen a partir de este curioso trabajo.

Hay familias que tienen más de tres décadas en el oficio, sus creaciones han sido presentadas en exposiciones fuera del estado. Los artesanos expertos señalan que este trabajo es meticuloso; por ejemplo, si al alacrán le falta una extremidad, ya no sirve para la pieza. Cada parte debe estar completa para poder ser usada en una artesanía, sobre todo si será encapsulada.

Los precios de estas piezas artesanales varían: se pueden encontrar llaveros desde 20 pesos, hasta relojes decorativos o grandes piezas encapsuladas que superan los 500 pesos. Algunas versiones gigantes de alacranes disecados en frascos especiales pueden venderse incluso como piezas de colección.

La caza de alacranes se incrementa durante los meses lluviosos, cuando estos animales son más activos. Las mejores horas para encontrarlos son por la noche, cuando salen en busca de alimento.

A pesar de que otros estados como Guerrero y Nayarit tienen una mayor densidad de alacranes, Durango se ha ganado el título de "la tierra del alacrán" pues ha sido un símbolo en su historia y la cultura popular.

Durango no solo convive con el alacrán: lo ha adoptado como emblema. La leyenda del escorpión está tan arraigada que incluso la figura de San Jorge fue adoptada como santo patrono de la ciudad en un intento histórico por frenar las muertes causadas por su picadura.

Hoy, el oficio de cazar alacranes sigue vivo. Aunque lleno de riesgos, representa una forma de subsistencia para quienes no tienen otra opción. Con habilidad, valentía y un profundo conocimiento de su entorno, los alacraneros continúan recorriendo la sierra, desafiando al terrible peligro de ocho patas.

Aunque este oficio tiene profundas raíces culturales, no está exento del marco legal. La captura de alacranes está regulada por la Ley General de Vida Silvestre en México, la cual permite su recolección siempre que se realice de forma controlada, con fines de subsistencia o en unidades de manejo autorizadas.

Sin embargo, hacerlo sin los permisos correspondientes puede considerarse un delito ambiental. Por ello, muchos alacraneros operan en una zona gris entre la tradición y la legalidad, lo que plantea retos para preservar tanto el patrimonio cultural como la biodiversidad.