En el panorama migratorio nacional, Reynosa destaca como la ciudad tamaulipeca con mayor presencia de población originaria de Veracruz.
Aunque esta tendencia ha disminuido en los últimos años, el impacto cultural, social y económico de esta migración ha sido profundo y duradero. Según cifras oficiales, cerca de 200 mil veracruzanos residen actualmente en esta localidad fronteriza, lo cual representa el núcleo migrante más grande en todo el estado.
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Durante décadas, la dinámica fue constante: paisanos del sureste llegaban con la intención de trabajar en la industria maquiladora, asentarse temporalmente, y luego intentar cruzar hacia Estados Unidos. Sin embargo, el endurecimiento de las políticas migratorias norteamericanas, junto con el estancamiento económico en ambos lados de la frontera, ha frenado este flujo.
Aun con la desaceleración del "éxodo jarocho" , la industria local sigue requiriendo mano de obra, lo que ha mantenido una demanda insatisfecha en varias maquiladoras, sobre todo en las más de 150 plantas instaladas por capitales asiáticos.
Este déficit laboral contrasta con el notable abandono de viviendas de interés social en colonias donde alguna vez se concentró la migración veracruzana, como La Jarachina, La Joya o Unidad Obrera.
El arraigo cultural también es palpable. La gastronomía jarocha, sus tradiciones y hasta los festejos religiosos han dejado una huella visible. La comida típica del Golfo es ahora común en calles reynosenses, y el Día de Muertos se celebra con altares tradicionales que han desplazado celebraciones extranjeras.
Sin embargo, la integración social ha sido limitada. Muchos migrantes aún viven en zonas periféricas con servicios deficientes y enfrentan estigmas sociales.
Pese a ello, Reynosa continúa siendo el principal referente para los veracruzanos que buscan un nuevo comienzo en el norte. Y aunque el flujo ha menguado, Reynosa sigue siendo el epicentro veracruzano en la frontera norte.