Cada 10 de mayo, millones de mexicanos rinden homenaje a sus madres con serenatas, desayunos especiales y palabras de amor. Es una tradición profundamente arraigada que exalta a la figura materna como el corazón de la familia y pilar emocional del hogar.
Desde hace generaciones, esta celebración ha sido sinónimo de gratitud, unión y gozo.
La madre más infame de México
Sin embargo, dentro del mosaico de la cultura mexicana existe una figura maternal que contrasta brutalmente con la imagen tradicional.
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No recibe flores ni cartas, y mucho menos cariño. La Llorona, envuelta en un aura de lamento y oscuridad, se alza como la madre más infame de México.
Su historia, nacida del folclore nacional más profundo, narra cómo una mujer fue consumida por la desesperación tras ser abandonada por su amante.
En un acto de locura, decidió ahogar a sus propios hijos, gesto que la condenó a un eterno sufrimiento. Desde entonces, su espectro se dice que deambula por los márgenes de los ríos, sollozando entre susurros que hielan la sangre: “¡Ay, mis hijos!”.
Dolor femenino
Este personaje no solo ha atravesado fronteras, sino que ha calado hondo en la conciencia nacional colectiva. Su relato se interpreta también como una metáfora del dolor femenino, el abandono y las consecuencias irreversibles de la desesperanza.
En muchas versiones, se describe a La Llorona como una mujer indígena traicionada por un hombre de otra casta, lo que refuerza su carga simbólica y trágica.
Condenada a nunca encontrar consuelo ni redención, La Llorona representa el reverso oscuro del amor maternal. Por eso, mientras las madres del país son celebradas, ella es temida, rechazada y evitada.
Este Día de las Madres, una vez más, la madre más infame de México camina sola, envuelta en el eco de su propio castigo... y nadie la felicita.