La miasis cutánea es una infección provocada por la intrusión de larvas de ciertas moscas en la piel humana, fenómeno que suele producirse tras la exposición a ambientes tropicales.
Esta condición parasitaria, aunque poco conocida, puede desencadenar molestias severas y complicaciones si no se detecta y trata a tiempo.
Miasis: el gusano que te come por dentro
El mecanismo de infección suele comenzar con la deposición de huevos por parte de las moscas dípteras (de dos alas)., ya sea sobre otras especies de insectos, sobre prendas secas expuestas al ambiente, o directamente sobre heridas o llagas.
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Una vez que los huevos se incuban, las larvas nacen y penetran en la piel, iniciando su desarrollo como parásitos internos. Los síntomas varían según la especie involucrada, pero entre los más comunes se encuentran escozor, ardor y la percepción de movimiento debajo de la piel.
Existen tres variantes principales de esta afección: la miasis foruncular, similar a un grano o furúnculo doloroso; la miasis en heridas, donde las larvas invaden tejidos abiertos y pueden afectar mucosas; y la miasis migratoria, en la que las larvas viajan subcutáneamente, dejando huellas inflamatorias a su paso.
Las especies causantes provienen de América Latina, África tropical y algunas regiones de Asia y Europa. En México de registró el primer caso, derivado del gusano barrenador del ganado.
La forma médica de tratarla depende del tipo y del nivel de invasión. Puede incluir desde métodos caseros, como cubrir la abertura con sustancias que privan de oxígeno a la larva, hasta intervenciones médicas como incisiones quirúrgicas, extracción con pinzas, y administración de medicamentos antiparasitarios como la ivermectina.
Viajeros frecuentes, personas en situación de calle y comunidades rurales con acceso limitado a servicios de salud son los grupos más susceptibles a esta dolencia. El reconocimiento temprano de los signos permite un manejo oportuno y evita complicaciones severas.
La miasis debe ser considerada una prioridad en salud preventiva, especialmente en contextos tropicales donde el contacto con moscas transmisoras es más frecuente. La conciencia pública, la higiene adecuada y el tratamiento oportuno son claves para mitigar sus riesgos.