El aire de la Calle Victoria huele a pan de muerto, a incienso y a flores de cempasúchil. Las familias apuran los preparativos para sus ofrendas, pero hay un rincón del Centro Histórico de Chihuahua donde la muerte no es un recuerdo: es una presencia viva, vestida de encaje, inmóvil desde hace casi un siglo.
Ella es La Pascualita, la llamada “novia más hermosa de Chihuahua”. Y cada octubre, cuando el país entero se prepara para recibir a sus fieles difuntos en el Día de Muertos, su leyenda vuelve a despertar.
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La novia que nunca dejó de esperar
Todo comenzó en marzo de 1930, cuando la tienda de vestidos de novia La Popular, propiedad de Doña Pascuala Esparza, presentó un nuevo maniquí en su aparador. Pero no era un maniquí cualquiera.
Sus ojos de cristal, sus manos perfectamente esculpidas y sus uñas pintadas con un realismo perturbador despertaron una ola de murmullos en toda la ciudad. La figura se parecía demasiado a la hija fallecida de Doña Pascuala, una joven que, según la historia, murió el mismo día de su boda, víctima de la picadura de un alacrán escondido en su corona.
El rumor se extendió: Doña Pascuala había embalsamado el cuerpo de su hija para mantenerla cerca, cumpliendo así su promesa de verla eternamente vestida de novia.
Nunca lo confirmó. Nunca lo negó. Y esa ambigüedad fue suficiente para que La Pascualita pasara de ser una figura de cera a convertirse en leyenda.
Un 'maniquí' que respira
Con el paso de los años, los empleados de la tienda contaron historias que solo alimentaron el mito:
- Que sus ojos seguían a los clientes al caminar frente a la vitrina.
- Que sus manos parecían tener venas y vello fino, imposibles de reproducir con los materiales de los años 30.
- Que por las noches, su silueta cambiaba de posición, como si cobrara vida al caer el sol.
Solo unas pocas personas de confianza pueden cambiarle el vestido, siempre a puerta cerrada, entre cortinas gruesas y silencio, como si fuera un ritual.
Pero La Pascualita no inspira solo miedo. En Chihuahua, muchas mujeres la veneran como un símbolo de buena suerte y amor eterno.
Se dice que casarse con un vestido que ella haya usado en el aparador asegura un matrimonio feliz. Algunas novias incluso le dejan flores, cartas o pequeños amuletos a sus pies, pidiendo su bendición antes de dar el “sí, acepto”.
Entre el mito y la eternidad
Hoy, La Pascualita sigue en su vitrina, con un vestido inmaculado y una mirada que desafía el tiempo, y en cada Día de Muertos, su historia se vuelve a contar, recordándonos que en México la muerte no se teme… se honra. Y que, tal vez, algunas almas simplemente se niegan a irse.
