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Huye de pandillas y de la violencia

Jairo Morales dejó a su familia y hogar en Guatemala para buscar asilo político en EUA

Escrito en LAREDO TEXAS el

LAREDO, TEXAS.- “O te matan los maras de la MS o sus rivales de la 18, si no te les unes es peligro de muerte, constante, cada instante, para toda la gente, para todos en Guatemala, quien no está con ellos, muere, con cualquiera de las dos bandas o las que campeen. ¿El gobierno? Ese no hace nada, cada vez está peor el país, cada presidente, cada gobierno es más malo que el anterior, no hay nada que hacer en mi país, sino salir de la patria querida, es la obligación, la necesidad de todos”.

Quien habla es Jairo Morales, padre de dos niñas de 8 y 6 años, a quienes dejó junto con la madre de estas, así como a los padres de él y a sus tres hermanas.

Agrega este hombre de 30 años: “Todas las pandillas criminales quieren que nos les unamos los de cada pueblo, por las buenas o por las malas, igual nuestros hijos y nuestras mujeres, ellas peligran bien feo, nuestras hermanas, hijas, madres, esposas, todas ellas, Centroamérica está que arde, porque El Salvador y Honduras están igual o peor que nosotros en Guatemala”.

Triste se observa a Jairo, a cada instante durante la entrevista su vista vaga, su mente se desvía, se queda sin palabras, pasa saliva para poder que le salgan las palabras y que no le traicione la tristeza, la nostalgia, la angustia y también la desesperación, al recordar a los suyos.

Desde el 17 de enero dejó su corazón en Santa María Ixhuatán, Departamento de Santa Rosa, en territorio chapín y ahora ya llegó a Texas, apenas este día 19 de febrero, un mes y dos días de travesía.
“Pues haciendo de todo en Palenque, Coatzacoalcos, Salto de Agua, Puebla, Ciudad De México, San Luis Potosí y Monterrey, siempre de trepado en trenes de carga, en grupo de tres a cinco compas, para no estar solos”.

De la capital reinera se vino a Nuevo Laredo de “raid”, “raite”, “jalón” o “aventón” en la caja de un tractocamión, el trailero se portó bien con ellos.

“Venimos sin dinero, sin coyote, sin nada, a la buena de Dios, porque ni siquiera hay para pagarles a esos señores”.

Siempre viajando en “La Bestia”, como se conoce a los trenes de carga en que se suben para viajar sin costo -no tienen para comprarse un pan, menos para costear algún medio de transporte-, se amarran con cintos, mecates, mochilas, sudaderas y con lo que sea, a las piezas metálicas de los vagones, para no caer a las vías y morir, pues los vence el cansancio del trabajo que hacen en las poblaciones que van pasando.

“Y el hambre también te hace fallar”, agrega el hombre joven, muy serio, bastante callado.

Ni qué decir de las enfermedades de la temporada invernal y de la insalubridad que reina en el hacinamiento en que van viviendo cada día, donde sea, eso también les hace caer de trenes, viajan con fiebres e infecciones contraídas en los albergues de migrantes de todas esas poblaciones que van pasando.

NADA DE REGRESAR, ¡NUNCA!

“Me dedicaba al campo con mi padre y mis dos hermanos varones, rentábamos una tarea”.

Una tarea -explica el campesino- es una parcela que mide aproximadamente 12 brazadas, pagamos porque nos la alquile a la familia, para sembrar frijol, maíz y lo que nos resulte más barato sembrar y más rápido cosechar, pues no se da toda la siembra y corremos el peligro de que nos la roben los maras, ellos nos atracan para vender la cosecha, quieren dinero para comprarse drogas y hacerse de armas”.

Jairo tiene que esperar a que sus fraternas puedan reunir algo, para viajar a donde ellas están, antes de laborar, tendrá que presentarse con un juez de Migración, para ver si le dan el asilo político definitivo, eso será antes de un mes.

Jairo ya está en suelo estadounidense, aunque su mente y su corazón están en Santa María Ixhuatán.