El pasado 29 de julio, un potente terremoto de magnitud 8.7 sacudió la costa este de Rusia, específicamente en la península de Kamchatka, generando alerta inmediata en varias regiones del Pacífico, incluyendo México.
Según reportes oficiales del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), a fuerza del temblor fue tan intensa que incluso fue percibida en Alaska, a miles de kilómetros del epicentro.
El impacto fue tan significativo que las autoridades rusas activaron medidas de emergencia y evacuaron zonas costeras cercanas. A pesar de que no se reportaron víctimas fatales, sí se registraron daños en infraestructuras locales, como una guardería infantil.
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Debido a la magnitud y características del sismo, el Centro de Alerta de Tsunamis de Estados Unidos emitió alertas para varias zonas del Pacífico. En México, las autoridades costeras entraron en estado de vigilancia ante la posibilidad de que las olas generadas por el terremoto puedan afectar sus playas y costas en las próximas horas.
Se prevé que las olas de tsunami podrían superar los tres metros en regiones cercanas a Rusia y Hawaii, mientras que en México y Japón se pronostican olas menores pero que igualmente requieren precaución.
Las autoridades mexicanas recomendaron a la población mantenerse informada y seguir las indicaciones de Protección Civil para evitar riesgos. Asimismo, hicieron un llamado a no acercarse a las playas hasta que las alertas sean levantadas oficialmente.
Este sismo recordatorio de la actividad sísmica constante en el Anillo de Fuego del Pacífico, una zona de alta actividad tectónica que pone en alerta a varias naciones cada vez que ocurre un movimiento de esta magnitud.
La coordinación entre países y la rapidez en la difusión de alertas son clave para minimizar daños y proteger vidas ante fenómenos naturales como este. La vigilancia continuará durante las próximas horas para evaluar si se presentan olas de tsunami que puedan poner en riesgo a las comunidades costeras.