Los métodos de crianza tradicional aún persisten. Han sobrevivido en menor medida porque no hay que olvidar la influencia que, por ejemplo, ha modificado estos métodos de corrección a partir de la entrada en vigor de la llamada “Ley Chancla” en 2021.
Aunque su nombre no aparece textualmente en la legislación, esta reforma prohíbe explícitamente cualquier forma de castigo físico o trato degradante hacia niñas, niños y adolescentes, abriendo paso a un modelo de educación libre de violencia.
La chancla como medio de corrección de conducta
Diversas investigaciones psicológicas, respaldadas por organismos internacionales como la Asociación Americana de Psicología, coinciden en que golpear a los menores, ya sea con objetos comunes como sandalias o mediante agresiones verbales, produce consecuencias negativas en su desarrollo.
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Se ha comprobado que este tipo de prácticas pueden derivar en ansiedad, retraimiento emocional, problemas de conducta y dificultades en la autorregulación emocional y cognitiva.
Especialistas en desarrollo infantil insisten en que existen alternativas mucho más efectivas y humanas. Entre ellas destacan la disciplina positiva, el establecimiento de límites empáticos, el refuerzo de logros mediante el reconocimiento y la escucha activa.
Estos recursos fortalecen el vínculo afectivo entre padres e hijos, fomentan la autonomía desde temprana edad y promueven la toma de decisiones responsable.
Nuevos modelos de crianza
En lugar de recurrir a la intimidación, los modelos actuales de crianza impulsan la comprensión del mundo interno del niño, partiendo del principio de que toda conducta tiene una causa que puede ser atendida sin violencia. El respeto mutuo y la educación emocional son ahora pilares centrales en la relación entre padres e hijos.
Así, la “chancla”, como símbolo de un estilo de disciplina autoritaria y violenta, está siendo desmantelada por nuevas generaciones de madres y padres comprometidos con una crianza más consciente.
Lejos de ser un recurso válido, hoy representa una práctica obsoleta que obstaculiza el desarrollo pleno de la infancia. En definitiva, el fin de la chancla es un paso ineludible hacia una sociedad más empática y justa.