Este domingo por la mañana, un vuelo que parecía un paseo placentero terminó en tragedia en la zona rural de Capela do Alto, municipio del estado de São Paulo, Brasil. Un globo aerostático que transportaba a alrededor de treinta personas sufrió una caída tras múltiples intentos fallidos de aterrizaje, causando la muerte de una mujer embarazada y heridas a una decena más.
Según el reporte oficial de la Secretaría de Seguridad de São Paulo, el piloto intentó aterrizar en varias zonas no aptas para ello, provocando que el globo impactara contra el suelo en dos ocasiones antes de detenerse. La víctima fue trasladada a un hospital cercano, donde se confirmó su fallecimiento.
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Los heridos, en su mayoría con lesiones leves, reciben atención médica mientras la policía investiga el caso. Lo que agrava aún más esta tragedia es que el globo aerostático operaba de manera irregular: las autoridades confirmaron que sólo tenía permiso para vuelos particulares y no para paseos turísticos o comerciales.
De hecho, la empresa responsable había sido sancionada anteriormente por operar sin autorización y, tras la suspensión, reanudó actividades usando una identidad diferente, infringiendo normas básicas de seguridad aérea.
Un pasajero, quien también fue atendido, relató que el globo despegó de un municipio cercano a Boituva y cayó a unos 25 kilómetros, en un área rural de Capela do Alto, durante la maniobra de aterrizaje. Equipos periciales se desplazaron al lugar para incautar el equipo y analizar materiales como el tejido del globo, con el fin de esclarecer las causas técnicas del accidente.
Este suceso ocurre en medio del campeonato de globos aerostáticos celebrado en Boituva, evento reconocido y regulado que, según sus organizadores, no tiene ninguna relación con el aparato siniestrado, catalogado como “clandestino”.
Las investigaciones judiciales avanzan bajo la figura de homicidio culposo, y el piloto ya fue detenido por la policía local. Este caso reabre la discusión sobre la regulación y vigilancia de actividades turísticas y de aventura en Brasil, donde la falta de controles estrictos puede derivar en accidentes fatales.
Para las autoridades, evitar que operadores sin licencia pongan en riesgo vidas es un compromiso urgente que la sociedad exige.