El arte del payaso en México tiene raíces que se remontan al siglo XIX, cuando comenzaron a llegar las primeras compañías circenses europeas que trajeron la figura del “clown” o bufón moderno a tierras mexicanas. Estos personajes combinaban comedia física, pantomima y malabares, con un vestuario colorido y maquillaje blanco que destacaba sus expresiones.
El historiador del arte circense Carlos Medina señala: “El primer payaso mexicano reconocido es ‘Pepito’, quien apareció en 1854 con la Compañía de Circo Price en la Ciudad de México"
Te podría interesar
Pepito conectó rápidamente con el público gracias a un humor sencillo, accesible y cercano a la realidad cotidiana del mexicano de entonces
Durante el siglo XX, la figura del payaso en México evolucionó y se consolidó con artistas emblemáticos como “Chuponcito”, conocido por su estilo tradicional y su humor familiar, y “Cepillín”, quien revolucionó el género al llevar el payaso a la televisión, la música y los hospitales, convirtiéndose en un ícono nacional desde la década de 1970.
Otros payasos reconocidos incluyen a “Brozzo", su humor ha influenciado a muchas generaciones y artistas del género; y más recientemente, figuras como “Platanito” o "Brincos Dieras" han continuado el legado, adaptando el arte del payaso a los medios digitales y espectáculos contemporáneos.
La recepción del público mexicano siempre ha sido favorable, pues el payaso representa no solo una fuente de entretenimiento, sino un símbolo de escape, crítica social y empatía a través de la risa.
Su impacto cultural ha hecho que este personaje evolucione pero mantenga su esencia: conectar con el público por medio del humor y la humanidad.
Así, desde “Pepito” hasta “Cepillín” y “Chuponcito”, el primer payaso de México sentó las bases para una tradición que sigue viva y vibrante en la actualidad, reflejando la riqueza cultural y el ingenio popular del país.