RIP MARIO VARGAS LLOSA

El día que Vargas Llosa dijo que México era una dictadura perfecta, en tiempos del PRI y Televisa

Querido y odiado por muchos, en una transmisión en vivo en 1990, el peruano hizo que los mexicanos se miraran al espejo con su lapidaria frase en vivo y en cadena nacional

Mario Vargas Llosa y la 'dictadura perfecta'.
Mario Vargas Llosa y la "dictadura perfecta".Créditos: internet
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En una emisión histórica de 1990, Mario Vargas Llosa sacudió la escena intelectual al calificar al sistema priista como una "dictadura perfecta", justo en un foro organizado por Televisa, donde también participaron Octavio Paz y Enrique Krauze.

Aquel debate dejó ver las tensiones ideológicas de una época que pretendía vestirse de apertura, pero aún arrastraba viejos hábitos de control y simulación.

La 'dictadura perfecta; de Mario Vargas Llosa

Cuando Mario Vargas Llosa afirmó, sin rodeos, que México era “la dictadura perfecta”, lo hizo desde el corazón mediático del sistema: un foro transmitido por Televisa, bastión del oficialismo de entonces.

Era 1990, y el país comenzaba a hablar el idioma del libre mercado mientras mantenía anclado su aparato político en prácticas de control vertical. Lo que se suponía un debate sobre la libertad en el siglo XX derivó en un inesperado juicio público al régimen priista.

El Premio Nobel peruano fue directo: México no era una democracia incipiente, sino una estructura autoritaria con disfraz de pluralismo.

Aquí no hay un caudillo perpetuo, pero sí una organización inamovible que lo ha controlado todo

La crítica apuntó no solo al partido, sino al entramado que incluía a la prensa, los intelectuales institucionalizados y una ciudadanía habituada a la obediencia.

Octavio Paz, en cambio, llamó a la mesura. En su réplica, prefirió matizar: lo que vivía México, dijo, no era una tiranía clásica sino un monopolio político disfrazado de legalidad. “Aquí no se suprime la libertad, se manipula”, explicó, subrayando que, pese a los abusos, la sociedad civil seguía en pie.

Aquel cruce de posturas evidenció un país fracturado entre la necesidad de autocrítica y el miedo al descrédito. También mostró cómo las palabras, sobre todo las pronunciadas en horario estelar, pueden romper pactos no escritos. Porque en un entorno donde las formas importaban más que el fondo, Vargas Llosa forzó a los presentes a mirar detrás del telón.