El sueño americano que se convirtió en una pesadilla para 53 migrantes que fallecieron asfixiados en una caja tráiler en San Antonio, Texas.
Esta triste noticia fue cubierta por El Mañana el 27 de junio de 2022, incluso en la labor periodística que realizó este medio de comunicación se logró establecer que el tráiler con las víctimas pasó por los puentes internacionales de los dos Laredos y atravesó dos retenes de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos. Uno colocado en Encinal y el otro en Cotulla, Texas.
Sin duda, ese acontecimiento fue una de las tragedias más graves que han golpeado a Texas por la forma tan cruel en que fallecieron las víctimas, ya que se asfixiaron en un calor infernal, pues la temperatura al interior de la caja era de 65 grados Celsius.
En la amplia cobertura que se realizó, se logró saber que los migrantes fueron rociados con sazonadores para no ser detectados.
En otra de las notas que se publicó, el titular mencionaba la forma inhumana en que perecieron. De las 53 vidas que se apagaron 26 eran de mexicanos, 21 de guatemaltecos y seis de nacionalidad hondureña.
La tragedia de Texas se ensañó con los más jóvenes. La media de edad de las víctimas era de 26 años. En México, el fallecido de menor edad fue Pedro Daniel Téllez González, que apenas había cumplido los 16 años.
El más joven de los 53 era el guatemalteco Pascual Melvin Guachiac Sipac. Había cumplido 13 años el pasado 30 de abril. Su primo Juan Wilmer Tulul Tepaz, apenas un año mayor que él, tampoco sobrevivió.
Detrás de la frialdad de las cifras y de los saldos oficiales, las historias de vida de los 53 fallecidos -al igual que las de los 14 que sobrevivieron-, componen un mosaico de marginación, callejones sin salida y la pérdida de casi toda esperanza, salvo una: escapar. Entre las víctimas había dos niños de la etnia quiché de Guatemala que dejaron atrás la escuela y la miseria.
Una economista y un publicista de Honduras que no encontraban oportunidades. Un joven albañil de México que iba a ser padre por primera vez y que lo intentó todo para llegar a Estados Unidos.
Entre las historias publicadas en El Mañana es la que narra una mujer de nombre Olga Gallegos, quien confiaba en que todo iba a salir bien con su hermano Fernando al que se le había metido en la cabeza irse de Estancia de Ánimas, un pequeño pueblo en Zacatecas, pero no tenía dinero para el pollero.
Primero le pidió un préstamo a su sobrino Raúl, el hijo de Olga, pero el muchacho no podía ayudarlo: todavía le debía a los traficantes de su propio cruce, tres años atrás.
Su hermana decidió apoyarlo, se partió el lomo cocinando en un restaurante y vendió tamales los fines de semana para darle una vía de escape a Fernando, que no veía cómo iba a labrarse un futuro para él y sus tres hijos en la huerta familiar.
“Quería venir para sacar adelante a su familia”, cuenta Olga. Fernando.