HISTORIAS

El 'carbonero' Martínez: una historia de sobrevivencia

De la agricultura a dedicar su vida al carbón de mezquite, un ejidatario del Distrito de Riego 04 Don Martín-Ciudad Anáhuac, Nuevo León, comparte cómo el destino lo obligó a cambiar su oficio desde niño

Martínez muestra, sin querer, todas las 'huellas' de su labor como carbonero.
Martínez muestra, sin querer, todas las "huellas" de su labor como carbonero.Créditos: Sandra Jasso
Por
Escrito en ESTADO el

Lo utilizamos todos los fines de semana para arrancar los convivios en familia o con los amigos, a veces para celebrar algún momento especial o por simple antojo, pero pocas veces nos cuestionamos el arduo trabajo que hay detrás del carbón de mezquite.

Cerca de Nuevo Laredo, a 40 minutos más o menos, se encuentra Ciudad Anáhuac, en donde se encuentra un ex agricultor conocido como Martínez, ubicado en el Distrito de Riego 04 Don Martín-Ciudad Anáhuac, Nuevo León.

De agricultor a carbonero, "porque la necesidad obliga... Aquí sí trabajas o no hay nada".

Todo comenzó por necesidad

Con sus manos ásperas y maltratadas, con uñas y rostro manchados de negro, su piel quemada por el sol y el calor, este ejidatario nos cuenta su historia.

"A tiro de mula", contó Martínez en el 2021, "trabajé junto a mi padre con el arado desde chiquillo aquí en el Ejido Nuevo Rodríguez; eso se acabó. Ya no hay nada de vida. La necesidad me mueve para hacer carbón".

Su presencia no pasa desapercibida. El aspecto del ejidatario era impresionante. Ennegrecido por completo por la ruda faena de pies a cabeza; sólo destacaban sus ojos chispeantes y enrojecidos por el humo tóxico.

Estelas de hollín: marca inequívoca de lo que inhaló por horas en los chavetes.

"Nací un 11 de febrero de 1957 aquí en el ejido y cumplí 65 años; me salí de la escuela en quinto año y no terminé ni la primaria para ayudarle a papá y él me dejó aquí. Ahora ya no quedó nada en los ejidos, puro polvo y carbón porque no queda de otra”, relató nostálgicamente.

Por breves momentos, Martínez se mantuvo en pie.

Es un hombre introvertido que, mientras platicaba, sostenía con sus manos "negras" una cuerda y aspiraba el aire libre de humo.

Sobre su bigote dos estelas de hollín pintaban hasta el interior de sus fosas nasales, marca inequívoca de lo que inhaló todo el tiempo que trabajó en el chavete.

Un pasado que duele

 La expresión del hombre lo dice todo: antes curtido por el sol y ahora con sus años, las fumarolas del chavete hacen lo suyo. El cansancio era evidente y daban merma a su cuerpo adolorido, sin conocimiento de las repercusiones serias que ocasiona aspirar el polvo y enfermar hasta bloquear el aire en los pulmones, una amenaza grave y latente para su salud.

"Antes me dediqué a la agricultura y lo dejé ya hace 11 años. Nos obligaron a vender el agua. Dijeron los de la Comisión Nacional del Agua 'lo tomas o lo dejas'. Me dieron 14 mil pesos por hectárea y fueron 27, porque afirmaban 'qué agua, no va a haber', y sí hay agua”, contó y se sentó, descansando en su viejo sillón de forja en el patio de la vivienda.

Ahora las parcelas están abandonadas, enmontadas por falta del recurso del agua y apoyos por parte de las autoridades federales y estatales. Por necesidad, como él, muchos otros ejidatarios recurren a la explotación del mezquite, planta endémica de la región para hacer carbón, a riesgo de enfermar de bronquitis crónica, enfisema capaz de destruir el tejido pulmonar.

"Algunas, no todas, se convirtieron en praderas para alimento del ganado; años atrás antes de vender el agua ya mirábamos que ya era incosteable sembrar. No nos quedaba nada porque todo está bien caro, no podemos competir, nomás el trabajo que metíamos”, manifestó.

El abandono al campo

Añadió que ahora el campo está abandonado. Añorando que los tiempos fueran como antes, por momentos el ejidatario guardaba silencio para levantar la vista en los alrededores del ejido su único terruño.

"La otra vez escuché en la televisión que por allá, no sé en qué parte del sur, que el gobierno ya llevaba más de 15 mil vacas entregadas, pa'cá nada. Ya uno está viejo y sobrevive. Nunca hubo apoyos; pa'lo que me queda, ya ellos saben”, señaló.

La situación es decepcionante en el campo en esta región del noreste mexicano, en terreno agreste catalogado con registros recurrentes de sequías extremas que no dan margen a siembras de temporal.

“Aquí si trabajas o no hay nada es jalar todos los días y no esperes nada de que te traigan algo,  es lo que aprendí cuando andaba detrás de papá con la sembradora”, recordó mientras trataba de limpiar su rostro.

La decepción de ver agonizante el campo con el tiempo a cuestas, el padre de familia de tres hijos ya jóvenes y esposo de Fidela Cabrera Villarreal de Martínez, afirma no esperar ya nada, sólo explotar el recurso natural, apuñar los troncos de mezquite y seguir haciendo el carbón y sacar par el gasto de su casa.