Hoy, hace 34 años, la mayor fuerza destructiva jamás vista azotó a Monterrey. El huracán Gilberto tenía una trayectoria fija a los Dos Laredos cuando de repente se desvió hacia el sur rumbo al estado de Nuevo León.
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La lluvia empezó la tarde del 16 de septiembre de 1988, a la mañana siguiente los ríos y arroyos de Nuevo León ya estaban desbordados y se empezaban a apreciar los primeros daños causados por el meteoro que ya había dejado durante su paso una destrucción brutal en la península de Yucatán y Tamaulipas.
El Huracán Gilberto
En aquellos días ni Monterrey ni ninguna de las ciudades del noreste de la república estaban preparadas para recibir embates de tormentas de esa magnitud y la llegada del fenómeno tuvo como resultado incalculables pérdidas humanas y materiales.
Los números oficiales hablaban del rescate de 200 cadáveres, pero la totalidad de las victimas, hasta la fecha, es incalculable, pues hubo restos humanos que jamás se recuperaron.
Los daños materiales ascendieron a más 200 millones de pesos, una cifra histórica para la época.
Los puestos fijos del mercado del Puente del Papa, así como la feria fueron arrastrados por la corriente de agua, que por primera vez, llenaba en su totalidad el río Santa Catarina al grado de desbordarse y acabar con todo lo de su alrededor.
Hubo quienes se aventuraron a cruzar la creciente de agua y terminaron desaparecidos o incluso, habitantes que vivían en las márgenes del río jamás imaginaron que el nivel de la corriente subiría tanto y perdieron todo.
Los escurrimientos de las altas montañas de la Huasteca, barrera natural donde chocó el Gilberto, llegaron con todo su caudal al área céntrica de Monterrey inundando cientos de avenidas.
Años más tarde se creó la Presa Rompe Picos, para bajar la velocidad de los escurrimientos, que no se forman muy seguido, pero cuando lo hacen se convierten el algo muy destructivo.
Así, a 34 años de aquel día fatídico, los recuerdos del Huracán Gilberto seguirán en la mente de los habitantes de Monterrey por el daño hecho y en la gente de la frontera que se salvó de la furia del fenómeno asesino más gigante que se haya formado en el Golfo de México.