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Niño descubre una garra de dinosaurio en el río El Roble, Tamaulipas

Un pequeñín con mucha suerte encontró en el rio un garra de dinosaurio, misma que según los expertos tiene una antigüedad de millones de años

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Un pequeño que se encontraba jugando en el Río Roble, ubicado en el municipio de Güémez, Tamaulipas; se llevó una increíble sorpresa cuando entre las rocas el río pudo notar una "piedra con forma singular", con una gran curiosidad el pequeño tomó con sus manos aquel hallazgo que resultó ser la garra de un dinosaurio, de entre 60 u 80 millones de años de antigüedad.

Este afortunado pequeñín, fue muy inteligente, pues al ver la pieza, su forma de inmediato le recordó a la de los colmillos de los dinosaurios que vio un día en la televisión, así que decidió tomarla y llevarla a casa.

Cuando sus familiares vieron la pieza encontrada, con una gran curiosidad decidieron hacer una consulta ante la Asociación Tamaulipeca de Antigüedades y Coleccionistas a través de Facebook, donde contactaron con  Francisco Mendoza quien es arqueólogo y su colega el paleontólogo Fósiles de Tamaulipas, junto con ATAC, se encargaron de estudiar la pieza, haciendo así un gran descubrimiento.

“Lo curioso de esta pieza es que se encontró en el fondo del río, por cientos de años a estado bajo el agua y no presenta datos de pudrición como los árboles o madera, no presenta lama, es una pieza muy fina y ancha como si fuera echa para rasgar o cortar”. -Asociación Tamaulipeca de Antigüedades y Coleccionistas

Confirmado: Se trata de un colmillo de dinosaurio

El día 29 de abril el equipo investigador confirmó a la familia y a la Asociación Tamaulipeca de Antigüedades y Coleccionistas  que el hallazgo del pequeño Eduardo se trataba de un autentico colmillo de dinosaurio, por lo que ahora deberán estudiar a fondo su antigüedad y origen.

Días después confirmaron que la pieza dental pertenecía a un dinosaurio de la familia de los saurópodos (cuello largo) y que su antigüedad data de  aproximadamente 60 u 80 millones de años de antigüedad.

Ante tan fantástica sorpresa, Eduardo y su familia han decidido registrar la garra ante el INAH y conservarla; con total disposición de prestarla para exhibición o para eventos especiales.