Georgia O’Connor, joven pugilista británica con un porvenir brillante en los deportes de contacto, falleció el pasado 22 de mayo, apenas trece días después de contraer matrimonio y tras meses de combatir una enfermedad oncológica detectada tardíamente.
Su nombre, que resonaba en las carteleras como una promesa imparable del boxeo europeo, se ha convertido ahora en un estandarte de fortaleza y una voz postrera en favor de la empatía médica.
Cáncer gana la pelea a joven boxeadora
La empresa promotora que representaba a O’Connor confirmó la noticia, expresando su pesar y subrayando la profunda admiración que el mundo del boxeo sentía por ella.
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Con solo 25 años, Georgia había logrado mantenerse invicta en el circuito profesional, consolidando su lugar entre los talentos emergentes del Reino Unido. Pero fue fuera del ring donde libró la contienda más desafiante.
Meses atrás, la atleta dio a conocer públicamente su diagnóstico terminal, acompañado de críticas severas hacia los retrasos en la identificación de su enfermedad.
Georgia relató con valentía cómo su malestar fue minimizado durante semanas, lo que finalmente contribuyó al avance imparable del cáncer. En redes sociales, documentó con franqueza su evolución física y emocional, generando una ola de solidaridad en la comunidad deportiva y más allá.
Dominaba varias disciplinas
Antes de enfundarse los guantes, Georgia había demostrado excelencia en otras disciplinas de combate, destacándose en taekwondo y kickboxing.
Su talento polifacético también se extendía a la música y la ingeniería civil, áreas en las que mostró un entusiasmo genuino y una disciplina admirable.
En medio del sufrimiento, halló fuerzas para celebrar el amor, casándose con su compañero Adriano Cardinali, quien la acompañó hasta el último día de su vida.