San Antonio Arrazola, un rincón enclavado en los Valles Centrales de Oaxaca, se ha convertido en un emblema global gracias a su distintiva producción de alebrijes: figuras esculpidas en madera blanda que combinan lo real y lo imaginario.
Estas piezas, reconocidas por sus intensos colores y sus composiciones híbridas, han logrado un posicionamiento destacado tanto en galerías internacionales como en eventos culturales de alto perfil, como el Desfile de Alebrijes Monumentales en la Ciudad de México. Para el sector turístico y cultural, este fenómeno representa un caso ejemplar de branding territorial y desarrollo económico sostenible anclado en la identidad local.
Los alebrijes de Arrazola
Arrazola, ubicado a los pies de Monte Albán y a menos de media hora de la ciudad de Oaxaca, es mucho más que un pueblo pintoresco; es una comunidad donde la creatividad ha sido heredada como un oficio cotidiano.
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Su historia comenzó con una antigua hacienda azucarera, pero fue el talento visionario de Don Manuel Jiménez Ramírez lo que transformó para siempre su destino. Inspirado por la fauna que lo rodeaba y con raíces zapotecas y mixtecas, este maestro artesano moldeó los primeros alebrijes en madera, combinando tradición indígena con expresión onírica.
A través de procesos artesanales minuciosos, desde la selección del copal fresco hasta la pintura a mano alzada sin plantillas, las familias de Arrazola han hecho de esta disciplina una fuente de ingresos, orgullo y proyección global.
Actualmente, la Casa Museo Don Manuel Jiménez también ofrece talleres, espacios de exposición y visitas guiadas que impulsan el turismo cultural con enfoque comunitario.
Así, las creaciones no solo narran una historia de fantasía visual, sino también una de resiliencia, innovación artesanal y empoderamiento económico.
Este universo de formas irreales y colores vibrantes continúa siendo, desde Oaxaca hacia el mundo, el símbolo viviente de la identidad que los alebrijes de Arrazola representan con fuerza inigualable.