A lo largo del tiempo, el arte y la espiritualidad han estado profundamente entrelazados. En sus orígenes, la humanidad utilizaba el arte como medio de devoción hacia sus deidades; hoy, sin embargo, parece que la búsqueda apunta hacia el interior.
El arte funge como un puente que detona una conexión sagrada con la vida misma y con esa sabiduría profunda que habita en todos nosotros. En la frontera laredense, el nombre de Michael Tracy resuena con fuerza. Residente de San Ygnacio en sus últimos años de vida, Tracy dejó este mundo mientras se preparaba para presentar una exhibición en el McNay Art Museum de San Antonio, cerrando así un ciclo desde su primera muestra en ese mismo espacio en 1970.
Mi primer encuentro con su obra fue en la Galería Bravo, donde piezas de su autoría forman parte de la colección permanente de Marti Franco. Desde entonces, su trabajo me ha evocado una espiritualidad que trasciende símbolos y credos.
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Hace dos semanas, visité el McNay para apreciar esta última exhibición. Si, como se ha dicho, las obras de arte son una extensión de la oración, entonces esta muestra se siente como una capilla en sí misma.
Los colores vibrantes evocan las tradiciones espirituales de la India y México, mientras que la reinterpretación del símbolo cristiano en The Elegy of Distance es testimonio de la capacidad de Tracy para dialogar con lo sagrado desde múltiples visiones.
Este cuerpo de obra, comprende 20 años del trabajo del artista, quien trascendió este plano en junio del año pasado. A través de tres espacios, en los que la sobreexposición de materiales y colores envuelven en una experiencia vibrante. Innovador y ecléctico, Michael Tracy logra rozar la eternidad a través de sus piezas.
Su obra no sólo invita a la contemplación, sino que se siente como un susurro íntimo que perdura más allá del tiempo. Puedes verla en el Museo de Arte McNay hasta julio de este 2025.