Alguna vez imprescindibles en las calles del país, los teléfonos públicos han pasado de ser una necesidad a convertirse en vestigios urbanos.
La revolución tecnológica y la masificación de la telefonía móvil han condenado a la obsolescencia a estos aparatos, que en otra época fueron la única opción de comunicación para millones de mexicanos.
Los teléfonos públicos en México
Caminar unas cuadras y encontrar un teléfono público en la esquina era parte de la vida cotidiana en México. Estos aparatos, con su inconfundible bocina y disco de marcación, fueron por décadas el vínculo de contacto de aquellos que no contaban con línea telefónica en casa.
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Operados por monedas de veinte centavos, brindaban acceso inmediato a la comunicación en un tiempo donde los celulares eran inexistentes y las redes digitales eran un concepto distante.
Durante los años ochenta, la demanda de estos dispositivos era tan alta que formarse en una fila para usarlos era una situación común.
No faltaba quien pasara largos minutos conversando con su novia, ajeno a las miradas de impaciencia de quienes esperaban su turno.
La presión de las caras de fastidio y los suspiros de desesperación muchas veces obligaban a colgar de inmediato o a intentar regresar más tarde para continuar la charla interrumpida.
El declive
Sin embargo, con la llegada de la telefonía móvil en la década de los noventa, su uso comenzó a decrecer. A pesar de la proliferación de nuevas compañías de telecomunicaciones que ampliaron la oferta, la tendencia fue irreversible: los teléfonos celulares tomaron la delantera.
La transición tecnológica no solo modificó la manera de comunicarse, sino también el paisaje urbano. Donde antes se encontraban cabinas telefónicas en cada esquina, hoy solo quedan estructuras olvidadas, algunas vandalizadas o en completo abandono.
Esta transformación obedece al hecho de que más del 85% de la población mexicana ya cuenta con un dispositivo móvil, eliminando la necesidad de estos aparatos.
Aunque su presencia ha disminuido drásticamente, los teléfonos públicos en México forman parte de la memoria colectiva de generaciones que dependieron de ellos para mantenerse conectadas. Estos artefactos han sido relegados al pasado, pero su legado sigue latente en la historia de la comunicación en México.