La Catrina es hoy un símbolo omnipresente en el imaginario mexicano: aparece en altares, disfraces, maquillajes y artesanías alrededor del Día de Muertos, pero sus raíces son más profundas de lo que muchos creen.
José Guadalupe Posada, grabador, ilustrador y caricaturista nacido en Aguascalientes, creó en torno a 1912-1913 la figura conocida originalmente como “Calavera Garbancera”, la cual en inicio fue una crítica satírica hacia las personas de origen indígena que, renegando de sus tradiciones, pretendían adoptar costumbres europeas; vendían garbanzo en lugar de maíz y vestían ropa elegante, pero su condición económica no cambiaba.
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Posada grabó la calavera con un amplio sombrero adornado, sin cuerpo, sólo cabeza y hombros para acentuar la ironía: mostraba que sin importar cuánto alguien quisiera aparentar, seguía siendo “calavera” al fin de cuentas. Fue hasta 1947 cuando Diego Rivera transformó esa imagen de Posada en algo nuevo y más completo en su mural 'Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central'.
El mural originalmente se ubicaba en el Hotel del Prado; después del sismo de 1985, el edificio fue destruido, por lo que el mural fue reubicado y actualmente se exhibe en el Museo Mural Diego Rivera.
Ahí aparece la figura vestida, con vestido elegante, estola, sombrero de plumas, incorporando contexto social, cultural e histórico en un fragmento que reúne personajes de distintas épocas. Rivera fue quien le dio el nombre “La Catrina” (derivado de “catrín/catrina”, gente bien vestida, de clase alta) y fue ahí donde elevó su estatus: de simple calavera satírica a emblema visual de identidad mexicana.
Fue así que 'La Catrina' pasó a representar la igualdad frente a la muerte: sin importar clase social, etnia o posición, la muerte alcanza a todos. También simboliza una crítica histórica al malinchismo y al deseo de imitar culturas ajenas cuando se abandonan las propias raíces.
En su evolución, La Catrina saltó de los grabados y los murales a artesanías, moda, maquillaje, eventos culturales y celebraciones masivas. Es un personaje vivo, reinterpretado cada año en calles, desfiles y altares.