CATOLICISMO

Agradecen miles de guadalupanos en Nuevo Laredo

Fieles, con el corazón lleno de fervor, acuden a visitar a la Morenita del Tepeyac para festejar su día; oran y piden para que lleguen los milagros

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Un sendero de fe y esperanza se abrió de nuevo, como cada año, en la populosa colonia Hidalgo, rumbo al Santuario de la Virgen de Guadalupe. Por miles, los fieles llegaron con sus corazones llenos de peticiones, de amor y de agradecimiento. Los más, acudieron a agradecer los favores recibidos por la Patrona de México, la Morenita, la Madre de Dios, pero también había algunos con su corazón lleno de fe que buscan un milagro, en ocasiones de vida.

“Madre mía, perdona mi insistencia, pero sabes el amor que tengo por los míos. Bendícelos y cuídamelos. Te lo pido de corazón”, se escuchó decir a José Argüelles, un hombre maduro hincado frente al atrio del Santuario mientras adentro y afuera estaba lleno de gente y se escuchaban rezos surgidos de corazones llenos de fe.

De uno en uno, los fieles cruzaron las puertas del Santuario y dedicaron una mirada corta a la imagen de la Virgen de Guadalupe que parecía observarlos detenidamente, como queriendo hablarles y abrazarlos bajo su manto de bondad y de esperanza. Por las calles aledañas, llenas de vendedores de artículos religiosos, de olores a comida, de voces que apuraban a comprar, los fieles caminaban con devoción, algunos de ellos cargando imágenes de la Patrona de México y otros de San Judas Tadeo, o incluso, de Juan Diego, todos con una sola misión: felicitar a la Virgen de Guadalupe, en su día, el que es considerado el más importante para la familia católica mexicana. Salud, trabajo y hasta encontrarse de nuevo con un ser querido al que dejaron de ver hace tiempo, fueron de las peticiones más comunes.

El frío de la mañana no fue factor para aquellos que aún apoyados en un bastón fueron a darle las gracias a la Virgen, cargados de flores, de lágrimas, de esperanza, de fe.

“Aquí estamos como cada año, agradeciendo a la Virgencita por sus favores”, comentó Karla Gallegos, mientras a su lado, un río de gente avanzaba rumbo al Santuario. Fue un día de flores y colores, de viento y sol, de olor a comida y a cera ardiente, de sonrisa y lágrima, pero sobre todo de fe y esperanza.