Aún sobreviven varios ejemplares de las monedas mexicanas que se usaban en las tiendas de raya, parte de una esclavitud disfrazada que desembocó en la Revolución Mexicana, un conflicto interno que, según historiadores, arrojó más de tres millones de muertos.
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Las tiendas de Raya fueron una ''moda'' importada por México de países desarrollados como Estados Unidos, Inglaterra y Francia a finales del siglo XX.
Las monedas mexicanas de las tiendas de raya
Durante su gobierno, Porfirio Diaz dio amplias concesiones a empresarios y hacendados nacionales y del extranjero para explotar los recursos naturales del país, por lo que las tiendas de raya se convirtieron en una manera disfrazada de esclavizar a los campesinos e indígenas mexicanos.
La mayoría de trabajadores en las haciendas eran analfabetas, así que eran engañados por los contadores y los capataces a la hora de hacer cuentas y cobrar las deudas que cada mes eran muy altas hasta hacerlas impagables.
En las tiendas de raya a los campesinos les vendían “a crédito” y a costos altísimos, comestibles, aguardiente, ropa y calzado de muy baja calidad.
A los campesinos les pagaban mediante vales o monedas, La misma hacienda era la que fabricaba y acuñaba las monedas, que solo podían canjear en la misma tienda del patrón.
De esta manera el hacendado podía recuperar de vuelta todo su dinero, porque los precios eran tan altos y los sueldos tan bajos a por duras jornadas de labor.
El uso de estas monedas provocaba que los peones vivieran endeudados de por vida. Cuando uno moría la deuda pasaba a sus hijos y hasta a sus nietos.
El requisito del campesino para poder ser cambiarse de hacienda, mina o fábrica, era pagar la deuda, lo que era imposible. Si intentaban huir era un delito y era perseguido por la policía para llevarlo de regreso a la hacienda.
El peón era castigado con azotes, incluso era colgado ante sus compañeros porque tratar de escapar era considerado un delito grave, a manera de escarmiento para que nadie más se atreviera a hacerlo.
El abuso llegó a hartar a los peones que cuando estalló la revolución el odio acumulado durante años era tanto que sus primeras víctimas fueron los administradores y sus patrones, quemando las haciendas y robando las monedas mexicanas de las tiendas de raya, de las cuales algunas sobreviven hasta nuestros días.